Despertó temprano al otro día, con la misma pesada sensación de todas las mañanas. Se vistió lentamente rezando para auyentar la mala suerte y pidiendo ser alguien más, como lo había hecho todos los días desde que tenía 14 años, salvo algunos días en los que el frío apaciguaba un poco el ardor de su garganta y entumecía sus manos, obligándolo a pensar en otra cosa, pero éste no era uno de esos días, cuando terminó de anudar sus zapatos y antes de salir de su pieza, se persignó mirando al inerte y eternamente sordo crucificado sobre su pared, por si hoy le dolía menos terminar el día (...)
La obra incomprendida de Soda Stereo
Hace 9 años.