¿Para quién es la cultura?


Hoy acompañé a un amigo al lanzamiento de la exposición "Pescadores de la niebla, los changos y sus ancestros" en el Museo de Chileno de Arte Precolombino en conjunto con la Fundación Familia Echenique y auspiciado por la Minera Escondida.

Mientras él buscaba a los personajes que tenía que entrevistar, me dediqué a tomar un jugo de mango que me sirvieron y a mirar el entorno. Me llamó la atención lo lujoso de la decoración y de los invitados, sólo había dos o tres más como yo, de jeans y mochila. Nunca asistí antes a un evento así, por lo tanto recién estaba conociendo al tipo de personas que sí asistían, y parecía que todos se conocían, saludos y sonrisas como de "hace tiempo que no te veía", fue lo que percibí. Nadie con jeans y todos con atuendos más extravangantes que normales.

En ese momento me vino la pregunta a la cabeza: ¿para quién es la cultura?

Eché de menos a algún escolar o alguien que saliera de ese grupo de "amigos de la cultura" que habían allí. Señoras muy bonitas, ricas en pañuelos y alhajas, muy a la moda, y caballeros elegantes, hasta con un español conversé, viajero y conocedor de mundo venía llegando de África, y estaba sorprendido por la demora chilena, es normal, le respondí, para tranquilizarlo. En fin toda una shuper locura concheptual entre los invitados, ya se imaginarán.

Después de ver la exposición, de pasar por ignorante varias veces, aunque siempre rescatada por alguno de esos elegantes caballeros, después de un rico cóctel donde destacaron los productos del mar (Muy ad-hoc ya que la exposición trataba de pescadores), y de un rico vino, que hizo que me olvidara de algunas cosas que iba a escribir aquí. Llegué a la respuesta a mi pregunta "La cultura no es para todos". Por suerte fue para mí esta vez.

PD: Deuda saldada.

Con Tito

¿Qué es Viña? ¡Nada!



Con un poco de soberbia, pero sobre todo simpatía Tito Fernández abre las puertas de su casa, y comenta algunas primicias sobre proyectos futuros, algunos que pasaron y su vida.



Humberto Waldemar Asdrubal Baeza Fernández, un nombre tan extraño como ese, sólo podía pertenecer a un verdadero personaje de la música en nuestro país. Humberto, más conocido como “Tito” Fernández, o Tito a secas, como a él le gusta que lo llamen, a través de los años de carrera musical se ha convertido en una verdadera leyenda.

Nació en el Sur, Temuco, un caloroso día de diciembre de 1942. Dicha ciudad lo propuso como Hijo Ilustre el año 1991, oferta que rechazó debido a la connotación política que se le puede dar a tal distinción. Sin embargo, dos años más tarde en 1993 decide aceptarla, esta vez, de la Comuna de Lo Espejo, donde vivió por algunos años. Se puede apreciar justo arriba de su escritorio el pergamino que lo acredita como Hijo Ilustre esa comuna.

La Casa

En su casa lo que más llama la atención es la decoración, la pared, aunque recargada por las decenas de cuadros colgando, luce maravillosa, los grandes espacios, que sólo un viejo departamento de Avenida Mata puede dar, equilibran la visión y deja una acogedora sensación en el cuerpo. Dan ganas de sentarse a conversar por horas. Sin embargo, Humberto espera en su “oficina”.
Con lo versos a flor de piel “Tito” recibe a sus visitantes y ésta no es la excepción.

Al entrar los cuadros de afuera parecen una broma. Adentro, la pared no se ve de tantos cuadros, pergaminos y fotos que cuelgan de ella. Entre ellos, afiches de conciertos en diferentes países del mundo, fotos de otros destacados artistas a nivel nacional, como Víctor Jara.

Las paredes también se pierden detrás de los cuatro anaqueles ubicados uno en cada pared, la más pequeña se encuentra detrás de su escritorio y contiene centenares de discos, donde se pueden encontrar todas sus creaciones, además de discos que le han enviado de regalo algunos artistas, más otros discos de su agrado. Sobre la estantería se pueden ver diferentes trofeos, entre ellos las dos gaviotas de oro y de plata obtenidas en el Festival de Viña del Mar. Además de los recibidos en sus múltiples presentaciones en el Festival del Huaso De Olmué, donde siempre es un invitado célebre.

Al centro se encuentra el enorme escritorio de “Tito”, en forma de “L”, donde a un lado se ubica el computador, siempre prendido, y donde se puede ver que estaba leyendo algunas noticias. Sobre dicho escritorio, se observan unos algunos trofeos más pequeños, algunos adornos de artesanía en madera, y lápices.

Una ventana con las cortinas siempre cerradas alumbra pobremente la amplia habitación, una lámpara una esquina del escritorio entrega la luz necesaria para mirarse las caras y escribir. El sitio es agradable e incita el relajo, sobretodo por el aparato de aire acondicionado que hace más que placentera la estadía.


Un tipo sencillo

Con una gran sonrisa, “Tito” deja su lugar en la silla de su escritorio, y se levanta para recibir a la visita. Con una tenida de día viernes caluroso, camisa manga corta color damasco, jeans azules ajustados a la cintura con un cinturón café, y rodeando su cuello, un pañuelo rosado, de tela delgada. Después de los saludos correspondientes y de los comentarios sobre el clima, Tito lanza su primera fase, un poco descolocante:

-No me digas de qué se trata la entrevista, no me interesa...
-Pero…
-No quiero saber nada, hablemos.

Así fue la bienvenida en la casa de Don Humberto Baeza. Lo curioso es que en ningún momento sonó violento o agresivo, un tono simpaticón en su voz lo impidió.


Al verlo se notan el paso de los años en las comisuras que forman su sonrisa, sin embargo la mente la tiene igual que cuando un joven, lleno de creatividad y vitalidad. Al comenzar la conversación anuncia que hace poco sacó un disco. Y que planea, junto a sus colaboradores, dejar un legado de 50 discos, de los cuales ya tiene listos 12, los cuales serán creados y grabados por él. Para lanzarse luego, después de su muerte. Con la frecuencia de dos discos por año. Lo que significa que tendríamos “Tito” hasta 25 años más, desde la fecha de su muerte. Esto es algo que lo llena de orgullo y que lo divierte, pues se ríe al contarlo, dando a entender que es una ocurrencia loca.

Sin embargo, su gran capacidad creadora hace posible que tal sueño se haga realidad, según el, después de tanto trajín en el mundo de la música, los discos salen solos, “yo puedo almorzar, venir al estudio, hacer un disco, volver y tomar la once, e incluso dormir una siesta entre medio”.

Por lo menos es claro que los versos nunca le van a faltar, sobre su escritorio, muestra una agenda mediana, donde tiene las páginas enumeradas con sus propios números, hasta ese viernes llevaba más de 4700 páginas. Ese es un diario de vida, el cual está escrito completamente en versos, desde la página número uno. Es así como él ha vivido su vida, un eterno poema, que musicaliza de vez en cuando y se convierte en un nuevo disco. Un creador, sin duda, con todas sus letras.

La carrera de Tito Fernández, ha estado marcada por el esfuerzo y la casualidad, siendo muy joven, primero su madre y luego sus colegas, se dieron cuenta de la veta artística y de poeta que naturalmente fluía por sus venas y se expresaba en sus creaciones.



Comienzos de un fenómeno

A los 18 años decide retirarse de la Escuela de Especialidades de la Fuerza Aérea de Chile, donde alcanza el grado de Brigadier Mayor de Escuadrilla. A la que había entrado a los 15 años. Vuelve a Temuco y decide terminar sus estudios, sin embargo, éstos son incompatibles con su trabajo en el “Club Temuco”. En ésta misma época comienza su trabajo de Cantor en Radio Cooperativa Vitalicia, allí "nace" el personaje “Tito” Fernández.

Más tarde se desempeñó como obrero en la recién nacida empresa Loncoleche Ltda. Sin embargo, en 1964 renuncia, con la decisión de salir a conocer el mundo y a ver si puede obtener más recursos, ya que con la llegada de su segunda hija Verónica, era necesario tener un trabajo mejor.

Es en Santiago, donde conoce a Víctor Villarreal, su más antiguo compañero musical, junto a él viaja a Perú, donde se convierten en figuras dentro del ámbito artístico peruano teniendo éxito en radio y televisión.

Un hito importante en su carrera significó la creación de su primer disco, del año 1971, que se llamó “El Temucano”, producido por Ángel Parra, y apoyado por el mismísimo Pablo Neruda. Éste disco se convierte en éxito de ventas y de aquí en adelante pondría el nombre y la música de Tito Fernández en las radios y su fotografía en las revistas más importantes de la época. Siendo también invitado a diferentes programas de televisión. Justo después de la aparición de éste disco es que el público lo bautiza como “El Temucano”.

Ese mismo año lanza su segundo disco, el que contiene el famoso éxito de “La Casa Nueva”, luego en 1975 lanza el segundo gran éxito de su carrera “Me Gusta el Vino” (1975), el que lo llevó a aumentar aún más las ventas y a sus seguidores, “El Temucano” se consolidaba así, como un artista de notable popularidad a nivel nacional e internacional.

Luego de esto comienza una carrera agitada, llena de viajes con presentaciones en los mejores y más reconocidos escenarios del mundo, no sólo en América Latina, sino también en toda Europa y llegando hasta Australia. Carrera acompañada de muchos reconocimientos, que se pueden observar en las paredes de su hogar. Satisfecho no cuenta que en 48 años de carrera ininterrumpida ha grabado más de 70 producciones en Chile y como anunció al principio se vienen más.

Sobre la pregunta si había recibido alguna invitación para presentarse en el festival de Viña del Mar, responde con soberbia, quizá justificable después de tantos reconocimientos recibidos durante su carrera: “m’hijita he tocado en los mejores escenarios del mundo, ¿qué es Viña? Nada! “poh”. Recalcando la N de la palabra nada.

Tito y la Cultura

Pero no todo ha sido cantar y tocar, en la vida adulta de Humberto también ha habido otros intereses, el 27 de enero de 2006 pasa a ser parte del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, como miembro del Comité Consultivo Nacional. Sin embargo, su experiencia de éste lado de la cultura no le fue muy gratificante, en sus palabras, “donde hay fondos concursables, había plata y donde hay plata, hay problemas”.

Según él, dichos fondos era una forma de excluir a las personas, ya que considera muy complicado postular, y añade, “si Violeta Parra hubiera tenido que concursar, no habría sabido cómo hacerlo”. Esto como una forma de explicar lo engorroso que son estos procesos. En su concepción la cultura es la forma de expresión de las personas, por lo tanto todos deberíamos tener derecho a expresarnos y a tener acceso a ella. Ya que es una expresión libre. Dentro del Consejo, afirmó que se sentía “dominado” de cierta manera, ya que había parámetros por los que regirse y a él le habría encantado entregar la cultura a todo el mundo, como la expresión libre de los seres humanos.


En éste mismo ámbito señala que es la juventud que tiene la fuerza para crear cosas nuevas. Y a modo de broma añade: “y buenas, ya que hay muchos jóvenes que tienen todas las ganas, pero les falta talento, hay que tener las ganas y talento”
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